El deseo

El deseo

Una de las emociones negativas que con más frecuencia invaden nuestro pensamiento y que nos domina y condiciona nuestro comportamiento, es el deseo.

El deseo pasa desapercibido. La ira es voluptuosa y se percibe con claridad, sin embargo con el deseo no sucede esto. Nos hemos habituado a vivir sumergidos en él y apenas notamos su efecto en nosotros.

En primer lugar es interesante entender que estas emociones tienen una energía natural positiva pero que al pasar a través del ego se manifiestan de forma neurótica. El ego es vulnerable, esconde un gran sentimiento de inseguridad y por ello utiliza estas energías de las emociones para defenderse, en su faceta más negativa. Trabajar en ti mismo entendiendo esto, es la forma de transformar tus emociones. De pasarlas de negativas a positivas y utilizar en tu beneficio su impulso.

Por ejemplo en el caso que nos ocupa, en su faceta positiva, el deseo es la voluntad de lograr algo que nos impulsa y nos compromete con la meta fijada, encauzamos nuestras acciones y avanzamos en el camino. Sin embargo, después de la manipulación de un ego insano, el deseo se transforma en la sensación de que te falta algo, de que estás incompleto.

En nuestra vida a menudo nos sentimos solos, perdidos, aburridos, desmotivados y tristes. Y buscamos necesidades externas para lograr llenar estos vacíos. Reconozcamos que hay necesidades reales como pueda ser el vestido para protegernos, la ropa para alimentarnos, el hogar donde cobijarnos…. Pero hay otras necesidades que solo nacen de la suposición de que una vez logradas nos sacaremos de encima esa sensación de vacío que nos molesta. La realidad es que una vez cubiertas y pasado un tiempo, volvemos a sentirnos igual. Y buscamos otro objeto de deseo. Somos por tanto nosotros mismos quienes guardamos la expectativa y adjudicamos al objeto de deseo cualidades que no tiene.

El deseo adquiere muchas formas: podemos desear bienes materiales, reconocimiento y escucha de otros, poder, control de la realidad, impactar a los demás, que las cosas sean como queremos que sean etc…

Sin embargo nada llena nuestro vacío. El vacío de no encontrarnos a nosotros mismos. Y guardamos la esperanza de que aquello que nos fascina de fuera nos va a procurar aquello de que carecemos por dentro. Sufrimos y nos frustramos al no obtener lo que realmente buscamos.

Debemos entrenarnos a no necesitar nada. A valorar y agradecer lo que tenemos y no focalizarnos en lo que nos falta. A regodearnos en la plenitud de lo que ya somos y tenemos, a buscar nuestro valor interno. Abandona la carrera de correr hacia lo que quieres y huir de lo que no quieres. Nada te obliga a participar en ella. Entrena la capacidad de pararte a disfrutar. Aprecia más la vida y constata que el deseo te ciega, te nubla la visión y te mantiene en la insatisfacción. Y la insatisfacción no cesa con ningún objeto externo. Nunca lo hará.

Al vivir en la sociedad del consumo que alimenta su engranaje con el deseo, debemos estar muy atentos. Cuando nos distraemos somos caldo de cultivo de deseos que no podemos parar. Siempre hay algo apetecible a lo que no nos podemos resistir. Deja que tu mente tome distancia y deje de llenarse de basura exterior que solo contamina tu verdadera esencia y te mantiene en estado negativo de carencia y frustración.

¿Por qué quiero esto?  ¿Por qué creo que lo necesito? ¿Qué emoción trato de ocultar con esta necesidad?  ¿me estoy sintiendo incomodo por algo y me lo quiero sacar con esta necesidad?  ¿Qué creo que me va a aportar cuando satisfaga mi deseo?  ¿es real lo que creo o solo lo supongo?

“No necesitas nada”, esa es la realidad del ser.

Rechaza lo que te mantiene en un estado confuso y acércate más a tu propio ser. Deja espacio para que aflore la plenitud desde dentro. Poco a poco tu deseo negativo disminuirá, ganarás libertad y el sufrimiento cesará.

No te conformes con necesidades banales que procuran satisfacciones pasajeras. Apunta a lograr conocer la esencia de tu ser, perfecta y armoniosa, donde reside la verdadera paz, la verdadera liberación y la verdadera felicidad.

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